
Carla Fernández, una diseñadora con causa
Su nombre figura en revistas de moda como Wallpaper, Vogue o Elle, y sus diseños de indumentaria se llevan los aplausos de reconocidos críticos de las pasarelas. Ella es Carla Fernández, nació en la ciudad norteña de Saltillo y ha hecho que el mundo vea con nuevos ojos a la artesanía textil de los indígenas mexicanos, gracias a su proyecto Taller Flora, un laboratorio móvil de moda que viaja por todo el país, visitando diferentes comunidades y formando un sistema de cooperativas que capacita y promueve el comercio justo.
Carla ha logrado así una mágica amalgama que preserva las raíces de la confección indígena con diseños contemporáneos que la posicionaron como una de los 40 mejores en el mundo de la moda, según la lista de la revista ID en 2009, y la hicieron merecedora del premio Young Fashion Entrepreneur of the Year 2008.
«Algunas de las mejores diseñadoras del mundo están en las montañas o en regiones apartadas, muchas de ellas ni siquiera hablanespañol, sino su propio dialecto nativo». Carla se refiere así a las mujeres indígenas mexicanas, desde las tarahumaras del norte hasta las mayas del sur, y su sueño es que ellas también reciban el reconocimiento mientras las prendas con las que colaboran desfilan a la par de John Galliano, Jean-Paul Gaultier o Karl Lagerfeld.
«Nos interesa frenar la extinción de las artesanías mexicanas; que las artesanas puedan vivir dignamente de su trabajo y no tengan que emigrar a las ciudades en busca de mejores oportunidades», explica la también autora del libro El manual de la diseñadora descalza.
No hay condescendencia en su trato con las mujeres indígenas; Carla admite que para enseñar primero tuvo que aprender, así que se familiarizó e incorporó el ADN de la confección autóctona: desde el hilado, la técnica del telar de cintura, el teñido con lodo, hasta el brocado y el bordado a mano y la medición, basada en dedos, cuartas y codos. «El resultado es único porque surge de una colaboración creativa muy íntima entre las artesanas y nuestros talleres de diseño”, describe.
El origen de su inspiración
Según cuenta, desde muy joven tenía una peculiar forma de vestir: mezclaba la ropa común que —como es costumbre entre los fronterizos— compraba con su madre cuando visitaban malls o las tiendas de Salvation Army de Estados Unidos, con prendas tradicionales de mercaditos de sitios arqueológicos que adquiría mientras viajaba con su padre por México, que era director de museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
«Esta mezcla era un híbrido extraño. En la secundaria mi forma de vestir llamaba la atención; a algunos les gustaba y otros no sabían qué decir. Incluso, algunos maestros no me dejaban ir vestida así a la escuela. Esto no impidió que siguiera experimentando y que mi gusto por los trajes y textiles mexicanos creciera», relata.
Pero la epifanía más crucial llegó cuando, tras estudiar Historia del Arte, hizo su servicio social en el desaparecido Museo Serfín de la Indumentaria Indígena; fue ahí cuando, observando las prendas, se topó con una forma de patronaje diametralmente opuesta a lo que le habían enseñado en la escuela de moda. Carla lo describe como «una especie de origami textil», pues solo se utilizan cuadros y rectángulos para crear cualquier tipo de prenda y de figura geométrica.
«Mi maestra solía decirme que en elcuerpo humano no existen líneas rectas, por lo que cualquier patrón debía incorporar un manejo preciso de las curvas», cuenta. Sin embargo la confección indígena rompía con este paradigma y funcionaba maravillosamente, expandiendo las posibilidades de uso de cada pieza de indumentaria.
Este fue el punto de partida que daría pie a la creación del citado Taller Flora. «Mi prioridad fue retomar el diseño y patronaje indígena y colaborar con los artesanos para crear juntos una línea».
Este proyecto —por el cual ganó el Premio del Príncipe Claus, que reconoce a los artistas que colaboran con la cultura y su desarrollo— ha trascendido y su idea de producción artesanal-industrial ha sido expuesta en conferencias en universidades como Harvard, MIT, la Universidad Iberoamericana, Fashion Institute of Technology (FIT) y el Institute of Contemporary Arts de Londres.
«México es una superpotencia cultural y podemos vivir de nuestras industrias creativas», asegura Carla. Y finaliza: «Para nosotras, el futuro está hecho a mano».
Más información sobre Carla en: http://carlafernandez.com/es/